domingo, 10 de agosto de 2008

PAMPA ILUSIÓN.

El espejismo de una nación.

Las teleseries suelen ser historias ficticias que nos distraen de los problemas reales que enfrentamos a diario. Pero algunas, hay que reconocerlo, resultan ser el reflejo de la situación que atraviesa la sociedad donde es producida. Ejemplo de ello son las famosas reconstrucciones de época que hace la cadena Globo en Brasil. Donde se presentan fuertes críticas al origen de los múltiples problemas que la afectan. Por ejemplo: la esclavitud de la raza negra. La cual se proyecta, hasta el día de hoy, en las miserables condiciones de vida en las haciendas y las ya famosas favelas.
Chile no está ajeno a esas problemáticas, es más, el hecho de que la mayor campaña solidaria del último tiempo (tanto en duración, como en participación de medios de comunicación, organizaciones sociales y empresas), sea la de procurar una mediagua a los más desposeídos, nos dice que no estamos lejos de aquella situación. Incluso, esta campaña podría volverse eterna, ya que se necesitan varios miles más de las que van a construir. Como en el caso anterior, más tarde que temprano esta situación se ve reflejada en la televisión.
Destacable es el caso de la recientemente finalizada producción dramática del canal nacional, ya que presenta una alegoría de nuestra historia reciente (post 11/9/1973).
La crisis del Chile de hoy es casi la misma de aquellos años. Me explico. La obra está ambientada en el año 1935, ya que en la portada de un diario aparece la noticia del fallecimiento del ‘Zorzal criollo’, Carlos Gardel, mientras lo lamenta en lo más profundo de su alma Arsenio Valle Concha-Cazzotte (Rodrigo Pérez). Hoy, casi setenta años después, volvemos a estar envueltos en una crisis económica internacional (la famosa crisis asiática, de la cual Japón no ha podido salir en diez años de recesión) y a tener democracia después de una dictadura (el anterior régimen al de Alessandri fue la dictadura de Ibáñez, seguido de una breve anarquía). Desde este punto de vista ambas historias, la de la teleserie y la de nosotros, tienen más de un punto en común. ¿Mera casualidad?
En honor a la Verdad, es necesario rectificar el comentario dado por Maximiliano Subercaseaux Vial (Ricardo Fernández), al decir que la crisis de ese año, no era tan grave como la del año 1929. Puesto que la crisis desatada el ‘29 se prolongó casi toda la década siguiente y es conocida como la Depresión del ’30. Curiosamente sólo se pudo salir de ella con la 2ª Guerra Mundial. Usando de ejemplo la conocida frase: “El de atrás paga (la micro)”, seríamos los últimos en subir. En un informe de La Liga de las Naciones, Chile aparece como el país más afectado por la depresión económica. Adeudaba 4.500 millones de dólares, más los intereses, quedando en caja tan sólo 5 millones de pesos (en esa época el peso valía alrededor de 3 dólares). Ahora no estamos tan mal, pero igual nos provoca una recesión cualquier crisis económica, por más lejos que esté geográficamente.
En ese clima internacional, parecido al clima de ‘contracción’ de la Economía Mundial o el ‘suave aterrizaje’ de EE.UU. (donde la Reserva Federal ha salvado más de un importante banco privado), como nos dicen nuestros políticos-económicos, es el que termina con el auge de la explotación salitrera. Si bien había sufrido apreciables mermas en el precio, tras la masificación del sintético, creado durante la primera Guerra Mundial por los alemanes, no fue hasta esa época que cierran la mayoría de las oficinas y el estado se encarga de su explotación a través de la recién creada SOQUIMICH. Dirigida por el Ministro de Economía de Arturo Alessandri, Gustavo Ross Santa María, con el objetivo de restablecer el pago de la deuda externa que se había dejado de pagar, provocando la negativa de la banca internacional a cualquier préstamo. Lo que comúnmente se llama default y afectó a Argentina el 2001. ¿Alguien recuerda que se despacharon cinco presidentes en menos de un año?
Como en aquel entonces, esos fondos no llegan a solucionar los problemas de la gente común, motivando un malestar social que culmina en la toma de la Universidad de Chile y el edificio del Seguro Obrero, produciéndose la matanza por todos conocida.
En ese contexto, ¿cómo olvidar las palabras de José Miguel (personaje interpretado por Francisco Reyes) cuando increpa a William Clark (personaje interpretado por Héctor Noguera): ¡Matar gente indefensa sólo porque piensa distinto es una cobardía!? ¿Sólo cobardía o un crimen contra la Humanidad? ¿Cómo no pensar que esos hechos siguen sucediendo en el tan cacareado siglo XXI, de celulares e Internet, si un obrero muere atropellado frente a la fábrica en que trabajaba, por estar pidiendo exactamente lo mismo que los obreros de la calichera? ¿Ha escuchado el mensaje por radio de nuestro Presidente Lagos? ¿Aprendemos del pasado? Es como si la Historia nos dijera: “¿Ven? No cambian. Siempre hacen los mismo”.
Es terrible pensar que en Chile la única forma de ‘resolver’ conflictos es la violencia, porque si revisamos nuestra Historia, la vemos articulada por hechos muy violentos, desde la Guerra de Independencia, las guerras contra Perú y Bolivia, la Guerra Civil de 1891 (es cuestión de ver como en el origen de estos tres conflictos están involucrados los intereses extranjeros, principalmente ingleses y alemanes, por el fertilizante natural: salitre), hasta el golpe militar de 1973 tiene sus orígenes en cuestiones económicas, sin contar cuartelazos, matanzas o revueltas.
Utilizando la alegoría (representación de ideas, valores, hechos o clases sociales, a través de la creación y caracterización de personajes en una obra) como clave de lectura de la misma teleserie, es notable el hecho de que el dueño de Pampa Ilusión sea presentado como un viejo postrado en cama por su mal estado de salud, provocado por una diabetes tardíamente diagnosticada, y por ello, mal atendida, hasta que llega a escena la persona más detestada por el mismo paciente. ¿Suena conocido el caso?
Notable es también que Manuel, su hijo, comparta el mismo prejuicio paranoico de su padre, al creer que la única razón para la aparición de dicha persona sea perjudicarlo y matarlo, al mismo tiempo que se culpa por la muerte de su madre, engaño que su padre utiliza para dominarlo absolutamente.
Pero lo más increíble es la omnipresencia de una mujer mayor, que lo admira hasta el delirio y que fue su amante en otros tiempos. Porque resulta ser ella la instigadora de la separación del matrimonio Clark García y la responsable de la ignorancia y el odio que sienten padre y hermano hacia su hija y hermana, que viene a conocerlos y ser reconocida por ambos.
Queda clara la motivación de esta tercera persona, la Sra. Mercedes Jorquera, (interpretada por Delfina Guzmán): Odia a Inés Clark García (Claudia Di Girólamo), por ser la hija de la Sra. Estela García, la esposa de William Clark Stevenson (Héctor Noguera) y madre de Manuel Clark García. Pero más que odiarla, teme que ambos sepan la Verdad y quede al descubierto su engaño.
Ella odiaba a la Sra. Estela por, ser ‘progresista’ y Solidaria con el destino de los obreros y sus familias, al intentar enseñarles a leer y procurar un paseo al año. Por las mismas razones desconfía del médico de Mr. Clark, Florencio Aguirre. Disfraz que ocupa Inés para infiltrarse en la oficina salitrera. Notemos que no es casual que este personaje se presente como médico, ‘doctora del alma’, ya veremos por qué.
He aquí lo más importante del asunto, la clave hermenéutica o interpretativa, que nos permite ver debajo del agua de tantas lágrimas, algunas dignas de compasión.
Presenciamos el enfrentamiento de dos mujeres, por una parte está Mercedes, mintiendo para separar a la familia Clark García, convenciendo a William de que cualquier gesto de condescendencia hacia los obreros es signo de debilidad y justificando la dominación por el miedo y la represión, personificada en el Gringo, José Miguel Inostroza, Tobías Pincheira y Aparicio Meza (caracterizados por Francisco Reyes, Néstor Cantillana y Erto Pantoja respectivamente).
Por otra parte, está Inés. Quien se atreve a acercarse valiente y pacíficamente a su padre, para saber qué fue lo terrible que pasó entre ambos, como para terminar expulsadas. Al llegar se entera de que tiene un hermano, lo que no sabía y continúa la labor de su madre de enseñarles a leer a las mujeres de la oficina.
¿Se nota la semejanza entre Pampa Ilusión y Chile? Sucede que personas así las vemos a diario en nuestras vidas, pero no sólo personas de carnes y hueso, porque estos personajes son más de lo que se ve.
A estas alturas va quedando claro que cada personaje encarna ciertos valores, actitudes y acciones que los podemos apreciar en ciertas clases sociales: Mercedes es la derecha conservadora, William es el sobreseído por razones médicas, Manuel es el empresariado nacido al alero de su régimen e Inés es la Alegría que “ya viene” (es interesante ver cómo se plantea la ‘hermandad’ con una derecha y empresariado ‘liberal’). De esta tétrada fundamental se desprenden el resto de los personajes.
El gringo José, Tobías y Aparicio Meza representan las fuerzas de seguridad del régimen; los ‘socios’ de William, Ángel Montes (Eduardo Barril) y Emilio Fuenzalida (Luis Alarcón), son los empresarios y latifundistas que hundieron el régimen anterior y apoyaron el golpe; la Srta. Clara Montes Smith (Blanca Lewin) vendría a representar los estudiantes. Los únicos que se representan a sí mismos, siempre han sido los obreros (la mayoría) y los que no tienen poder sobre las grandes decisiones en la Historia (artistas, dueñas de casa, minorías étnicas, sexuales, etc.).
Ejemplificador es el caso de José Miguel, quien es ‘rescatado’ por Mr. Clark de entre los sobrevivientes a la matanza que el mismo ordenó. Lo más curioso es que culpa a su más cercano colaborador (Emilio Fuenzalida) de ella, ya que él estaba al frente de ellas. Pero la orden había sido dada con mucha anticipación. Es curioso este detalle, dado que este tipo de procedimiento lo hemos visto, por el mismo canal, acreditarse en los tribunales minutos después de exhibida la teleserie.
Otro episodio clave sucede cuando el mismo José Miguel, ante el descubrimiento de la Verdad sobre la muerte de sus padres, encara a William con una frase que bien vale la pena repetir: Matar gente indefensa sólo porque piensa distinto es una cobardía. Ese momento fue como si los partidarios del dictador se rebelasen en su contra y lo dejasen solo, como ocurrió con su detención después de su intervención quirúrgica en Inglaterra. De ahí que Manuel Clark sea la encarnación de la generación de jóvenes que se declaran apolíticos, pero votan por Lavín, y justifican la tiranía de Pinochet, como los hijos de padres maltratadores, que lo defienden de la justicia, a pesar que sus golpes los llevaron más de una vez a la posta central y a alguno de sus hermanos o madre, al extranjero o al cementerio.
Ahí radica el éxito de esta obra. Es la versión “Políticamente Correcta” de un período perverso, con la alusión a otro período teñido de matanzas (siendo la de Santa María de Iquique la más famosa, aunque no la única), pero como algo lejano y de la cual se rescató a un niño para incorporarlo a la estructura de poder que la ordenó. Recordemos que el trasfondo de la guerra civil del ’91 fue el intento de nacionalizar el mismo salitre de la teleserie, en manos de un inglés, ¡qué casualidad!, llamado Mr. North y que la del ‘Pacífico’, fue que los ingleses no querían que bolivianos y peruanos hiciesen lo mismo.
La misma lectura responde a la tesis de que el General, perdón, William Clark, no habría ordenado dicha matanza, sino que habría sido una torpeza de un subalterno, al dar una orden ambigua, lo que cambió en los últimos capítulos. ¿Por qué? Lo que queda claro es el temor que infunde dicho personaje en sus subalternos y la política de “a cualquier precio” que establece entre ellos. A tal punto que al último, cuando se siente traicionado (casi toda la teleserie), da una orden directa de matar al gringo José (¿por qué le dicen gringo? ¿simbolizará al otro gringo que sirvió al desaforado?).
El certificado del fallecimiento de la madre de Manuel es el símil del informe Rettig o el documento de la mesa de diálogo. Incluso, es mucho más, llega a significar, para el propio Manuel Clark, el fin de una era, pues su Madre, la Sra. Estela García, representa todas esas cosas lindas que empiezan con un La: La Justicia, La Democracia, La Libertad, La Igualdad, La Solidaridad, pero sobre todo: El Amor.
Por eso es que su hermana, que ha estado siempre ha su lado, aunque él no sepa, le ofrece toda la Verdad que su alma necesita para estar en paz. Es su psicóloga que lo alienta a enfrentar a su padre castigador. Al encararlo por todo lo hecho, se produce el diálogo más fuerte de la historia: “... usted me había mentido toda la vida... Me pasé la vida escuchando sus insultos en silencio sin rebelarme. Pero que ahora sé la Verdad, ahora que sé la clase de padre que usted fue conmigo, no voy a tolerar sus humillaciones”. A lo que su padre, comprensivo él, responde con un: “¿Qué te has creído carajo?”. Pero Manuel no echará pies atrás y concluye su alegato: “Simplemente una persona que no merecía su crueldad. William le grita: “¡Sal de aquí!”. Manuel continúa: “¡No! No, voy a salir de aquí. ¡Usted me va a escuchar! ¡Lo que le hizo a mi madre, lo que me hizo a mí, lo que le hizo a mi hermana, no tiene nombre. Y usted, lo menos que puede hacer es pedirme perdón o arrepentirse profundamente de lo que hizo!! ¡¡Y bien, señor, ¿qué va a decir?!!”
Lo único que hemos escuchado por casi treinta años: “Deberías agradecerme por haberte alejado de Estela, a mí y a Mercedes. Ella fue fundamental en lograrlo”. “Por lo menos lo reconoce”, alcanza a interrumpir Manuel. Pero hay más: “¿No te das cuenta que fue por tu bien? ¿No lo entiendes?” Manuel replica: “Mi madre no era la clase de mujer que usted dice. Mi Madre era una mujer extraordinaria, señor. Y usted nunca debió separarme de ella. ¡Ni siquiera supo de mi existencia!”. La respuesta de su padre no deja lugar a dudas: “Tienes razón. Jamás debí haberte dejado conmigo. ¡Debí haberte echado de la casa junto con ella! ¡No te mereces nada de lo que he hecho por ti! Lo único que me arrepiento es de haberte dejado conmigo”.
Inés interviene, por Manuel, pero la ira de William es capaz de la peor agresión: “¡Se lo merece, por mal agradecido, por haber caído tan bajo! ¡Eres un poca cosa! ¡Nadie podrá apreciarte jamás!...¡¿Quién va a amar a un pobre idiota?!”
Hay alguien, y para mayor disgusto del Mr. Clark, resulta ser la peruana que él creyó que lo estaba engañando con el cuento de la hija. Para colmo se llama Estela, como su abuela. Demasiado terrible es saber que lo que creía perdido desde siempre, sólo lo fue el año pasado. Por eso que no deja escapar su felicidad con Clementina Paita (Tamara Acosta). Totalmente desilusionado, se retira ante la inutilidad de su esfuerzo por arrancar de él, el más mínimo afecto. Pero está decidido a enmendar rumbo y da su vida por quienes ama. ¿Hay amor más grande?, diría Cristo.
El mismo proceso sufre Inés: “¡No me llames papá, no soy tu padre! ¡No me hables así, perdida!”, le grita Mr. Clark. Sólo la argolla le fuerza a reconocerla. Pero ahora la apunta con una pistola y todos creímos que moriría a manos de su propio padre, como sucede cuando una hija deshonra su familia. El desgarro es total al saber que ni siquiera por haberle salvado la vida, él la quiere. Peor aún, con la misma soberbia de siempre repite: “No me arrepiento de lo que hice.” Y al preguntar la causa de su expulsión, responde: “Yo quería un hombre! Alguien que siguiera mis pasos, que me ayudara a perpetuar mi obra y se sintiera orgulloso de ser un Clark”. Inés contesta: “¿Y de qué sirvió tenerlo? Lo único que ha hecho es humillarlo y destruirlo. ¿Por qué no reconoce que ha cometido errores? Lo único que va a conseguir es quedarse sólo para siempre.” Vuelve a gritarle: “No los necesito. Tú y tu madre eran un estorbo para mí. Por eso las eché de aquí”. Finalmente concluye Inés: “Quiero que sepa que a pesar de todo, lo quiero mucho papá. Y que tengo todo el derecho del mundo de estar aquí, porque yo soy su hija”. Casi sin aire exclama William: “Tú no significas nada para mí, nada”, desperdiciando la última de las oportunidades que tuvo para hacerlo. Caro lo iba a pagar. Mientras Inés se despojaba de su disfraz. Pareciera redundante, pero es la misma actitud que sostienen en los tribunales y en el congreso.
Su decisión de acabar con los obreros, termina con la vida de su hijo, pues el hombre a quien le encargó reprimir la protesta, tenía un odio personal hacia las hermanas Paita. A ellas estaban dirigidas las balas que lo mataron, pues sentía que le habían quitado todo lo que tenía, su familia. Tanto resentimiento tenía que explotar en algún momento. Por eso no se puede hablar de un asesinato ‘político’, sino más bien pasional, desdibujando el sentido de la trama, ‘suavizándola’. De no haber este motivo, lo más probable es que no hubiese sido asesinado.
Ante la noticia, William Clark, sólo se niega a creerlo. Ni siquiera tamaña prueba de su ceguera, egolatría y odio, cambia su actitud. La increpa desaforadamente: “¡¡Esa mujer tiene la culpa. Ella tiene la culpa de todo. Ella es la culpable. Ella trajo la desgracia a esta familia. Esa mujer es la culpable de todo!!”. Es culpar al doctor de la enfermedad. Como, si al comunicarla, la estuviese creando.
Sólo el gringo José podía dejar en claro las cosas: “Aquí el único culpable de todo es usted, señor. ¡Usted trajo el odio que terminó con la vida de su hijo! Y por eso, va a tener que pagar lo que hizo.” De nada le sirve gritar su nombre, ahora. Lo vería niño, al salir de Pampa Ilusión, para ser internado.
Nuevamente se cumple el mal augurio que precede a los gemelos (ya que nacieron el mismo día Manuel e Inés), donde uno termina muriendo. Recordemos los mitos de Cástor y Pólux, en Grecia; Rómulo y Remo, en Roma.
Durante toda la teleserie Inés estuvo alentando a que cada persona se diera cuenta ‘dónde le apretaba el zapato’ y liberase su vida. De forma progresiva restablece la Felicidad en las vidas de José Miguel y Manuel, en la medida en que lograban enfrentar a William Clark, venciendo el dominio por el miedo que establecía en ellos. Por eso, su papel de médico es la perfecta metáfora de la machi mapuche, la ‘doctora del alma’ que mencioné al principio. Al mismo tiempo es una heroína, pues lucha por la Liberación total de su gente.
Debo aclarar que difícilmente éste haya sido el propósito del trabajo del Spielberg chileno de las teleseries, Vicente Sabatini, y todo su ejército de colaboradores (en los créditos se agradece al batallón logístico nº 6). Tan sólo es una interpretación de una obra artística, ya que, como tal, es posible descubrir innumerables facetas. Pero a la Luz de nuestro proceso histórico más reciente, la llamada “transición hacia la Democracia”, pregunto:
¿La expulsión de madre e hija es la metáfora del golpe del ‘73? ¿“El sobreseído”, por demencia senil, se comportará como el enfermo de William Clark o se arrepentirá de su ‘golpe’ y la posterior tortura y exilio de miles?
¿Cuándo la Concertación va a tener su ‘momento de definición”, como el de Inés, y va a sacarse el disfraz neoliberal con que se ha mimetizado para sobrevivir en un país adiestrado contra toda idea que no pertenezca a esa ideología?
¿Acaso no se cansa de sufrir las negaciones de su padre maltratador? ¿Por qué no se pone las faldas y junto a su hermano liberal ponen en retirada a la derecha fascista, como Inés y Manuel?
¿Las tarjetas de crédito son las nuevas fichas y los mall las nuevas pulperías, con sus ‘trastiendas’?
¿Cuándo va a finalizar la dichosa ‘transición’ y llegará la “Reconciliación”, como la de los dos hermanos?
¿Se dará cuenta la Concertación de la trascendental misión que se autoimpuso: Sanar el alma nacional? ¿Está en condiciones de hacerlo?
¿Hasta cuándo van a echar la micro encima al que pide dignidad en su trabajo?
¿Algún político de derecha sería capaz de enfrentar al “sobreseído”, de la forma heroica que Manuel encaró a su padre?
¿Es necesario que alguien más muera, como Manuel, para que podamos vivir sin miedo a que nos maten por pedir lo mínimo?
¿Qué pasará con todos los ‘Pincheira’ que andan sueltos por ahí? ¿Algún día veremos salir y dar la cara al ‘Hombre’, cómo pedían los calicheros y sus familias?
¿Comprarán totalmente nuestra tierra, agua y vida? ¿O tendrá que ‘cerrar’ Chile, como si fuese un espejismo en el desierto más seco del planeta? ¿A dónde iríamos?
Tenía razón el subtítulo de la teleserie: el Amor es un espejismo, por el cual debe darse la vida, si se quiere vivir en esta solitaria pampa.
Decididamente estamos en una Gran oficina que se puede vender al mejor postor y donde se hace lo que gente con apellidos extranjeros decide, no en una nación que se precie de tal: Libre y Soberana.
Sí, porque ante las mismas tragedias de siempre se puede reaccionar, básicamente, de dos formas: a favor o en contra. Sí, porque la indiferencia es complicidad con quien coarta el desarrollo de la vida de los demás, o el prójimo como diría Cristo, razón por la que escupía a los ‘tibios’.
Antes de que deje de leer para siempre esta revista, hay que destacar su profundidad, ya que nos identifica a todos y permite cierta ‘catarsis’ a nuestros grandes dolores. Tan vasta obra impide tratar todos los temas planteados, por ejemplo: el Amor, en sus distintas manifestaciones, y las barreras (algunas francamente estúpidas) que le impone la sociedad; la Discriminación de la gran mayoría de nosotros, por pobres; la Violencia, social e intrafamiliar; la Familia, su constitución y disolución o los Valores (pensemos en el ‘Mentira Martínez’ o el ‘ciego romana’), estos dos últimos, temas predilectos de la derecha retrógrada y el clero que, ¡vaya sorpresa!, sólo apareció para la boda de ‘San Eulogio’. Sobre todo: el sentido y valor de la Vida Humana, tan negado sistemáticamente por regímenes totalitarios, de toda índole, incluso las sociedades ‘libres’.
Una última pregunta: ¿El libretista se habrá sentido como el siete ternos, Rómulo Verdugo (interpretado por Claudio González)? Al igual que la obra de teatro, la teleserie está ‘suavizada’. Juzgue usted.
Texto aparecido en la revista “Terral”,
del grupo literario “Elquialmar”, de Vicuña.
Razón por la cual fui expulsado de él,
ya que ocupé muchas más paginas que cualquiera de ellos.


P.D. 9-2001:
Implantó todo un récord, el de ser la primera teleserie PROFÉTICA del mundo. Al igual que Manuel, el representante de la derecha ‘liberal’ resultó muerto por las ‘balas’ de los agentes de seguridad del régimen eterno. Borré el nombre de Piñera a la hora de revelar su símil en la teleserie, por temor que le fuese a pasar lo mismo, ambos son empresarios herederos del ‘amo’. Lamentablemente igual sucedió. Alegóricamente, su ‘bajada’ por la senaduría de Valparaíso es perfectamente asimilable, ya que no es la primera vez que la UDI lo “bota”, recordemos su “bajada” de la presidencial del ‘99. ¿Estará muerto ‘políticamente’ hablando? Eso sólo el Tiempo y su ambición lo dirán. Pero de que tiene a toda la ultraderecha en su contra, se la tienen jurada. Son capaces de renunciar a la Prescindencia de la República con tal de hundirlo. Y recordemos cómo otro fabricante de fantasmagorías nos recordó qué fácil es, que una ‘honorable’ República, se trasforme en IMPERIO.


P.D. 8-8-2008:
Todas las preguntas referentes al “sobreseído” fueron contestadas el día de su fallecimiento, lo cual nos ahorra la lata. Ahora vayamos a lo importante.

Hoy se revela aún más profética que entonces. El travestismo político de la doctora es perfectamente asimilable al de nuestra actual Prescindenta. La ‘doctora’, que en un principio representaba a la des-Concertación en su conjunto, ahora está ‘encarnada’ en la doctora que dirige nuestros destinos a la basura desde la mismísima MONEDA, desde la cual nos dirigió “su padre” político, Lagos. Sabatini nos regala la mejor alegoría política del nuevo milenio: la des-Concertación como “hija del general” y a la “hija del general” como Prescindenta de Chile.
Puede decirse que “sin querer queriendo”, tal como decía el personaje interpretado por el actor mexicano que nos visitó hace unos días, causando un revuelo innecesario y distractor; esta teleserie es la primera que alcaza el status de una obra de arte total, ya que no sólo representó retrospectivamente la Historia de Chile, sino que, como toda obra de arte verdadera (una red de símbolos es un mitología), logra vencer el paso del Tiempo y es susceptible de ser analizada en todos los planos de la interpretación: literal, alegórico y anagógico (lo dejo en tus manos). Sabatini, sin darse cuenta, profetizó nuestro futuro: una mujer dirigiendo nuestro éxodo por el desierto. La inversión de la historia bíblica, ¿o el re-descubrimiento de la verdadera historia? ¿Qué tal? Nada mal para ser, tan sólo, una teleserie de media tarde.
Ahora que los precios de los commodities se irán al suelo, al igual que en la teleserie, ¿cerraremos la “ilusión” de país que llamamos Chile?
Lo más chistoso es que ella será la encargada de desperdiciar los miles de millones que nos quedan en monstruosidades como el Transmula y en cortes de cinta fraudulentos como el del hospital en la séptima región. ¿Alguien lo recuerda?
Como dije, esta es la primera teleserie en lograr tal status. Dije primera, pero no única. ¿Quieres saber cuál es la segunda? La próxima semana. Una pista: es del canal “amigo” y tiene un hipervínculo esencial con la que acabo de ana-lizar.
Nos vemos.

1 comentario:

isimieres dijo...

Caro cineasta, percurri tu blog, me gustó tu comentario en el mio.
Me gustaria saber de vos, tu perfil no cuenta nada acerca de vos.
Escribame por favor.
Isiara Caruso